Y los sueños de comida son como cualquier otro: puedes vivir de ellos, mientras no te mueras.
Ahora, tras bofetadas y conmociones de la vida, vuelvo la vista a la niñez con la esperanza de descubrir alguna confirmación de mi propia valía, alguna señal de que estaba destinado, al menos un tiempo, a ser algo más que diletante y bufón, que me ví superado por las inexorables circunstancias y no por ningún fallo interno.
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